viernes, 22 de julio de 2011

El amor que das







En ocasiones nos sentimos solas y abandonadas, como si las personas que están a nuestro alrededor no se percatasen de lo valiosas que somos.
Pero puede que ese no sea el problema, y en realidad, aunque duela reconocerlo, el problema resida en nosotras mismas:
Las personas que dan amor siempre reciben amor. No debemos esperar que se nos quiera y aprecie por quienes somos si sólo somos capaces de ver nuestros problemas: Si sin esperar nada a cambio entregamos amor y ayudamos a los demás, sin duda dejaremos de sentir soledad.

Por momentos llegamos a pensar que nadie nos entiende, que estamos solas y que nada ni nadie nos desea acompañar por estos inciertos caminos. El sentimiento de soledad se hace inminente y empezamos a pensar que la gente debería detenerse a escucharnos, a preguntarnos por nuestros sentimientos y cuidarnos cuando nuestra alma empieza a tambalear de tristeza.
Esperamos y esperamos que alguien se apiade de nosotras, pensamos que las personas que amamos nos deben lealtad y amor incondicional…
Pero la fría y vaga realidad es que no debemos esperar nada de nadie, ni tan siquiera de quienes dicen amarnos, ya que entre espera y espera, lo único que nos queda es un corazón aporreado y cansado de tanto soñar con lo que jamás llega. Debemos entregar lo que tenemos en el corazón sin anhelar algún tipo de retribución,es en ello en lo que consiste nuestra generosidad y nuestra valentía: en saber enfrentar la vida como venga, con manos llenas o vacías, con los brazos arriba o caídos…
El amor que tenemos es el que damos, por eso cada vez que sintamos que algo no funciona, no debemos empezar a buscar síntomas en el exterior, porque sencillamente el daño puede estar en una pequeña válvula de nuestro corazón que se esconde tras nuestros miedos y frustraciones de no ser aceptadas tal y como somos. Es muy normal que hayan personas que a diario afirmen que nadie reconoce lo que hacen por sus semejantes, pero hoy pregunto a esas personas: ¿todo lo que haces, lo haces con el fin de que te lo reconozcan? ¿Quieres que te lo retribuyan todo? ¿Deseas que te formen un altar en donde se postren todos a agradecerte?
Y no digo que agradecer sea un acto innecesario: por el contrario, bienaventurados son todos aquellos cuyo corazón no se cansa de agradecer por los regalos que han llegado a sus vidas y los que aún faltan. Lo que digo es que cuando hacemos algo, lo debemos hacer con el espíritu de no guardarnos esos mares de amor que tenemos en el pecho y de esta manera  podamos reencontrarnos a plenitud con nuestra generosidad con la vida misma.
Alguien una vez me dijo que uno de los más grandes secretos de la felicidad es ayudar a otros. Puede que en un inicio no creamos mucho en la idea y pensemos que es un acto absurdo y desesperado para que la filantropía gane dolientes. Pero si nos ponemos en la no muy difícil tarea de ayudar, sabremos que no hay nada mejor para inflar el corazón de amor que el hecho de ser solidarias y entregar esperanza.
Siempre puedes elegir bendecir en lugar de caminar por lo abrupto de lo desdeñoso. Siempre podrás elegir dar la mano a quien ya no tiene fuerzas para levantarse de sus caídas.  Hoy te invito a que seas una “regalada”, a que te entregues a los demás sólo con la esperanza de regalar un pedacito de ti a la eternidad. Hoy te invito para que tu corazón pueda latir con muchos más y tu maravillosa alma no se vaya de este mundo sin antes haber entregado un soplo de alegría.
“El amor es lo único que crece cuando se reparte”
Antoine de Saint-Exupery

© Autor: Lluvia.

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